viernes, 30 de diciembre de 2011

And we are happy for a while...

Todos esperamos encontrar una historia de amor de cuento de hadas, cada vez que salimos buscamos entre la multitud un príncipe azul que nos salve del dragón de nuestras pesadillas. Pero siempre nos encontramos con el bufón de la corte. Volvemos a casa, nos deprimimos, nos convencemos de que los cuentos no existen, que los príncipes no aparecen de la nada en un local. Nos autoengañamos pensando que no necesitamos salvadores, que somos suficientemente autónomos como para valernos por nosotros mismos, y somos felices una temporada.

Entonces, cuando menos nos lo esperamos aparece alguien que tira por la borda todos nuestros esfuerzos y nos vuelve a dar lo que menos necesitamos, esperanza. Alguien que parece querer recomponer nuestro corazón dañado, que recoge todos sus pedacitos y los va uniendo poco a poco hasta que consigue que sane, que no duela y que vuelva a latir con normalidad, y somos felices una temporada.

Hasta que llega un día, cuando menos te lo esperas, que esa persona, en la que has confiado, a la que has permitido entrar en todos y cada uno de los rincones de tu alma, decide acabar con todo y te pone una bomba en el corazón. Lo destruye, lo aniquila, lo reduce a cenizas. Porque llega un día en que todo el mundo debe elegir entre su corazón o el tuyo y, para que engañarnos, siempre escoge el suyo. Pero tu decides que puedes vivir sin corazón, que puedes seguir adelante, que no necesitas más que tu propia compañía para ser feliz, y lo eres durante un tiempo.

Pero no es verdad, porque todos queremos a ese príncipe, todos le buscamos, esperamos encontrarlo. Y cuando nos damos cuenta de que es muy probable que no lo encontremos nunca nos hundimos. Porque, como dicen en una famosa película francesa: son malos tiempos para los soñadores.

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